jueves, 5 de diciembre de 2013

Muertos de amor

Muertos de amor

http://blog.eternacadencia.com.ar/archives/2013/32214

Compartimos el texto que Diana Bellesi leyó en la presentación de Como solo la muerte es pasajera (Entropía), poesía reunida de Alberto Szpunberg.
Por Diana Bellesi.
poesiaYo, Bellessi, leí muchas cosas en mi vida, de poetas argentinos y de otras partes, de judíos errantes y de largos residentes que ni siquiera son judíos, y ellos no me han enamorado con los salmos ni con el cantar de los cantares. Yo, Bellessi, una goy errante y después, aferrada a este país como lo hace un hornerito, he venido a decir que leer los quince libros del poeta Szpunberg, día a día, me ha llevado a las lomadas del dolor y del ensueño, de la risa y la irónica sonrisa, del corazón agarrado fuertemente y escapándose a cada rato por las bellas melodías, por las frases que cierran pero no terminan, por la armonía musical que suena desde el principio hasta el final de este largo libro de los libros donde viven todos los compañeros, todas las amadas, todas las esperanzas y la fe en la vida, tan tiernamente, tan punzantemente que dan ganas de llorar...

martes, 3 de diciembre de 2013

Me dejo estar en la ducha

Me dejo estar en la ducha,
hago la plancha, floto
en el verano del río.
En diálogo con el agua tomo
las mejores decisiones.
En el agua pienso
en el agua descanso
encuentro
la boca blanda
hacia todas las cosas.
Ediciones del Dock, 2013.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Texto de Yaki Setton



Gatos de Cheshire en Vida de Gatos  
de María Laura Decésare
29 de noviembre de 2012


Ella
Ya me he quitado la túnica,
¿tendré que vestirme?:
ya me he lavado los pies,
¿me los vuelvo a manchar?
Cantar de los cantares

Caminan con mucho cuidado, se mueven lentamente, se acurrucan en una esquina se acarician contra una pared. No saltan de manera abrupta ni tiran en el camino nada que se les interponga. Se quedan sentados o recostados en un sillón mientras mueven la cola con suavidad. No hay ruidos ni latido o respiración que denuncie su presencia. Así se mueven, con exquisitez, estos felinos domésticos por las piernas y los poemas de María Laura Decésare. Se encuentran encerrados entre paredes, puertas con mirilla, camas con sábanas, pesadillas y sueños. Estos animales son una presencia, el libro se llama Vida de gatos, en ausencia.

"Me despierta
con su pata sobre mi cara
lo miro de reojo sin entender
el coraje en su mirada.
Será que una vez más
me salva la pesadilla
para aliviar con su ronroneo
el sobresalto anterior."

Así, en estos delicados poemas, de versos cortos, adjetivación austera, lenguaje simple; los seres vivos se mecen con sumo cuidado entre las cosas de una casa, el cuarto, algún rinconcito, el pequeño balcón, "ese punto minúsculo". Un macho y una hembra que se encuentran y se desencuentran, que juegan en la sala, que respetan silencios y el instante para el amor. Un gato, una gata y las miradas que se descubren en el brillo de los ojos del otro.


"¿Y la magia de dormirnos abrazados?
Ahora, un lienzo de algodón
es lo único que nos une.
Subo a la almohada de los milagros
y caigo en el torrente
del día a día que decreta
el final de la jugada."

Vida de gatos describe un mundo amoroso, de la madre, del padre, de la amante, de la solitaria, casi sin decirlo ni nombrarlo. Sus poemas, como una gata silvestre, van y vienen por la comisa de las pequeñas cosas del vivir cotidiano como si el día a día o la noche a noche fuera caminar por los bordes de un laberinto que no conduce a ninguna parte, salvo que la vida, como la de los felinos, pasa y de un momento a otro, de manera abrupta envejecen.

"La soledad llegó sin permiso y
se acomodó cerca de la almohada
que conserva aún
la tibieza del rostro fugitivo.
Ella no pudo hacer
ni decir nada.
Quedó aturdida
mirando la puerta
hasta que un rayo de sol
sosegó la pena de su cara."

Es que María Laura Decésare construye un sutil laberinto de poemas que seducen y engañan porque nos llevan a lugares que al principio no reconocemos, y hasta resultan agradables, pero que al trasponer trampas y chocarnos con sus falsas salidas se tornan un cerrojo incierto.

"Sin aviso
llegan al atardecer las dudas
y vuelvo mis ojos al techo
donde una luz difusa
abre un camino
que recorro descalza.
A ciegas sigo tu sombra
sin que me importe
repetir el camino de regreso."


Libro del silencio, "el miedo consume la casa / arruina su silencio", discípulo de La letra muda publicado en el 2010, también en Ediciones del Dock, Vida de gatos parece por momentos cargado de gatos de Cheshire, aquel imaginado por Lewis Carroll para Alicia en el país de las maravillas (1865) que se hacía invisible y visible según su deseo: a veces su cuerpo desaparecía y no su cabeza, otras veces quedaba solo su sonrisa. Digo, Vida de gatos posee una secuencia de poemas que no están aislados ni solos sino unidos por una leve trama de esa elipsis que en la retórica se llama silencio o blanco; "consiste en dejar sobre la línea, 'como si faltaran palabras', un espacio vacío que simboliza un silencio"¹. Una presencia en ausencia, al modo de una gata sentada quieta y dormida hace horas. Una gata que ya nadie ve ni percibe, como si no estuviera; aunque existe como una "gata encerrada" con la que juntos y siempre caemos en su propia trampa etérea e invisible, como el viejo gato de Cheshire.

"Ella no eligió la soledad
sin embargo cae una y otra vez
en sus redes
y aunque el gato
intenta sostenerla con su ronroneo
no alcanza para aliviar
el peso de la cruz."

Por Yaki Setton. 
Yaki Setton
Texto leído en La Casa de la lectura, 2012.


¹. Helena Beristáin, Diccionario de retórica y poética, México, Porrúa, 1995, p. 83.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Preguntas

¿Por qué se terminó?
¿Había algo más importante?

Vuelan los ánsares
de aquí a la Luna, al Lejano Palacio.

¿Es que la vocación de ser felices
no era en nosotros lo bastante fuerte?

¿O había algo que hacía que supiéramos
que todo aquello no podía durar?

Pero tampoco la vida durará para siempre
y no por eso desdeñamos vivir.

¿Por qué, entonces, terminó?

Daniel Samoilovich



DOS POEMAS DE IRENE GRUSS

Irene Gruss (Argentina)
FUGAZ

No ensucies este momento:
alguien me canta al oído
me dice la palabra siempre.

QUIÉN ME QUITA LO BAILADO

Pido peras al olmo. Las saboreo:
son deliciosas.
He pedido gato por liebre;
me lo han dado.
Me han contado historias libidinosas
a medianoche;
gozaba, con cada palabra,
con cada gesto.
He amado la noche
cuando amanecía,
amé la muerte, y
soné
con la realidad.




¿Dónde?

De Agua florida, Nini Bernardello (el suri porfiado, 2013).

martes, 19 de noviembre de 2013

miércoles, 16 de octubre de 2013

Stabat mater de Consuelo Fraga

Los pliegues

Madre en chinelas
y soquetes de color beige,
el camisón de frisa.

Abre uno, abre otro
cajón y busca
para su hija lo mejor.

Ediciones del Dock, 2013.

sábado, 14 de septiembre de 2013

He dejado de amar lo inefable
en la infinita tentación de amarme
bajo el orden perfecto y armonioso
de esperar un relámpago
o al menos
alguna gloria que no sea oscura.

Graciela González Paz en Lisboa antigua (CATáLOGOS, 2013).

martes, 10 de septiembre de 2013

Y QUÉ

Tomo tu amor
y qué
te doy mi amor
y qué
tendremos tardes noches
embriagueces
veranos
todo el placer
toda la dicha
toda la ternura.
Y qué.
Siempre estará faltando
la honda mentira
el siempre.


martes, 3 de septiembre de 2013

TRANSPARENCIA


 
Aunque en silencio a veces me deshago,
sonando estoy, sonando todavía.
Alguien me dijo ayer: Curiosa cara

la suya. Es cara de agonía.


Amelia Biagioni (1916 - 2000).

martes, 27 de agosto de 2013

Aniversario



En el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños,
yo era feliz y nadie había muerto.
En la casa antigua, incluso mi cumpleaños era una tradición de siglos,
y la alegría de todos, y la mía, estaba asegurada con una religión cualquiera.
En el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños,
tenía yo la gran salud de no entender cosa alguna,
de ser inteligente en medio de la familia,
y de no tener las esperanzas que los demás tenían por mí.
Cuando llegué a tener esperanzas ya no supe tener esperanzas.
Cuando llegué a mirar la vida, perdí el sentido de la vida.
Sí, lo que supuse que fui para mí,
lo que fui de corazón y parentesco,
lo que fui de atardeceres de media provincia,
lo que fui de que me amaran y ser yo el niño.
Lo que fui —¡Ay, Dios mío!—, lo que sólo hoy sé que fui…
¡Qué lejos!...
(Ni lo encuentro…)
¡El tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños!
Lo que hoy soy es como la humedad en el corredor al final de la casa,
que mancha las paredes…
lo que hoy soy (y la casa de quienes me amaron tiembla a través de mis lágrimas),
lo que soy hoy es que hayan vendido la casa.
Es que hayan muerto todos,
es que haya sobrevivido yo a mí mismo como un fósforo frío…
En el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños…
¡Qué amor mío, como una persona, ese tiempo!
Deseo físico del alma de encontrarse allí otra vez,
por un viaje metafísico y carnal,
con una dualidad de mí para mí…
¡Comer el pasado como a pan con hambre, sin tiempo para mantequilla en los dientes!
Veo todo de nuevo con una nitidez que me ciega para cuanto hay aquí…
La mesa dispuesta con más lugares, con mejores dibujos en la loza, con más copas,
el aparador con muchas cosas —dulces, frutas, el resto en la sombra bajo lo elevado—,
las tías viejas, los primos diferentes, y todo por causa mía,
en el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños…
¡Detente, corazón mío!
¡No pienses! ¡Deja el pensar en la cabeza!
¡Oh Dios mío, mi Dios, Dios mío!
Ya hoy no cumplo años.
Perduro.
Se me suman días.
Seré viejo cuando lo sea.
Y nada más.
¡Rabia de no haberme traído el pasado robado en la mochila!...
¡El tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños! 

Fernando Pessoa